A
continuación realizo un análisis sobre la actual situación de
crisis, la cual, desde mi punto de vista guarda relación con la
Brecha Digital o, lo que es lo mismo, la separación que
existe entre las personas, Comunidades, Estados, Países, etc; que
utilizan las Tecnologías de la Información y Comunicación como una
parte de su vida diaria, y aquellas que no tiene acceso a las mismas,
y en el caso de tenerlas, no saben como utilizarlas. Por ello, como
futuro Trabajador Social y persona afectada por el corolario de las
crisis y la brecha digital, me pregunto: ¿Qué puede o debe hacer
el Trabajador Social? Para dar
respuesta a esta cuestión se ha de tener en cuenta que desde el
Trabajo Social no solo se estudia las “tradicionales” formas de
desigualdad, sino también las emergentes.
Actualmente,
nuestras sociedades occidentales se están enfrentando a un proceso
triple de crisis. No solamente hay que tener en cuenta y trabajar
sobre la Crisis Económica
(que tiene en consideración solo los agregados macroeconómicos),
sino que hay que apaciguar y desfragmentar la Crisis Social
con respecto a los estilos de vida, las condiciones del asalariado,
etc, que vienen arrastrándose desde al final del s. XX, la cual
supuso una dualización de los mercados de trabajo, un cambio en la
estructura social.
La
actual crisis, que tiene un origen en otras dinámicas distintas a
las de finales del siglo pasado, se ha reforzado. Este refuerzo viene
dándose desde la Crisis de los 70,
que al fin y al cabo, es la irresoluble Crisis del Estado
de Bienestar, obviamente,
relacionada con el déficit fiscal, en el sentido que unos gastos,
crecientes y constantes (típico de las sociedades capitalistas,
enfermas de consumo), y unos ingresos que se postran a merced de la
crisis económica.
Un elemento añadido a la crisis
social que es el cambio en la estructura familiar, en términos más
sociológicos sería por una crisis en el modelo patriarcal. Esta
crisis en las estructuras familiares van vinculados al cambio de
valores, la nueva asunción de roles, la incorporación al mercado de
trabajo de la mujer, pero que todos conllevan a una mayor proclividad
de la desestructuración familiar. Claro es el ejemplo de la mujer,
que había sido durante muchos tiempo el garante de la familia, la
que atendía a los hijos y a la crianza de los mismos, a las personas
mayores y sus cuidados, es decir, a prestar ese trabajo invisible y
no remunerado (servicio social) que no existía (ofrecía) en el
Estado de Bienestar, pero que con el desarrollo del mismo, se ha
hecho posible que estos servicios queden a cargo del mismo, dejando
“libre” a la mujer y pudiendo esta incorporarse al mercado
laboral.
Esas
tres dinámicas se han acentuado en el actual contexto de crisis
económica, que comienza en el 2008, añadiéndole un elemento nuevo,
diferencial, que es en definitiva todo lo que supone la sociedad de
la información y del conocimiento, que en los años 70, en la
anterior crisis del sistema industrial no estaba. Esta sociedad de la
información y de la comunicación nos lleva hasta la brecha digital,
es decir, una sociedad que conduce a desigualdades derivadas del uso
de las Tecnologías de la Información y Comunicación
(TIC). Pero por un lado positivo
esta sociedad de la información y del conocimiento ha llevado al
reforzamiento de los valores democráticos, a valores que reconocen a
la ciudadanía. La
novedad de la crisis económica, en la sociedad de la información y
del conocimiento, es reforzar esa triple tendencia que he señalado
anteriormente y añadiendo un nuevo componente, la exclusión social.
La exclusión social no es solo un
sinónimo de pobreza, aunque está muy conectada a ella, pero que
tiene una forma más compleja en este caso. La complejidad se
encadena con la integración laboral, con el acceso a la sanidad, la
capacidad de defensa jurídica, el uso y/o acceso a las nuevas
tecnologías.
Las dinámicas de las sociedades de la
información y de la comunicación son muy volátiles. Esto es debido
a la globalización, al proceso en el que la economía, la sociedad,
la política, la cultura funcionan como un todo en tiempo real, es
decir, actúan de forma simultanea, por lo que la aparición de los
procesos de exclusión social son muy sutiles llegando afectar a
todos los niveles sociales sin condición. En estos tiempos
exponenciales, la velocidad a la que todo sucede, no permite a los
individuos ni a las sociedades incorporar el proceso de velocidad en
la vida cotidiana. Por lo tanto, eso genera un determinado tipo de
estrés y percepciones de incontrolabilidad de la realidad.
Las
nuevas tecnologías incorporan dos tipos de efectos, dentro de la
sociedad de la información. Por una parte se encuentran las
desigualdades clásicas: renta, sexo, edad, nivel de formación; y
por otra se hallan las desigualdades situacionales,
es decir, las desigualdades que generan el lugar que ocupamos dentro
de las redes. Todos, en definitiva, representamos un mismo gráfico
social pudiéndose representar en distintas escalas, desde los
individuos, las familias y las comunidades. La posición que ocupes y
número de vínculos que tenga una persona, va determinar que una
persona con problemas cardíacos, tiene más probabilidades de morir
de un ataque al corazón por no tener relaciones sociales, amigos,
que por no tener acceso a los medicamentos. Por ello es muy
importante que podamos construir un capital social, a partir del uso
de la tecnología, de las redes sociales.
El hecho de tener más contactos en
las redes sociales e incrementar tu densidad relacional a través de
las tecnologías, contribuye a que la gente se relacione mejor, se
puedan prestar apoyo informativo y formal, y solidaridad. Pero al
mismo tiempo que aumentan los beneficios que proporciona estar
dentro, de Internet por ejemplo, también crecen los costes de estar
fuera.
En las ciudades de mucha densidad
urbana, que están afectadas por el envejecimiento de la población,
aislamiento social, falta de relaciones, disolución de las unidades
familiares, la desaparición de las familias extensas; las redes e
Internet favorecen nuevas formas de asociación y sociabilidad, que
permiten unir en afinidades selectivas a aquellos que en su mismo
entorno geográfico no disponen de ese capital relacional o no hay
otros con los que pueda relacionarse. Por ello desde el Trabajo
Social se debe dinamizar una utilización de las nuevas tecnologías
que aumente el capital social-relacional, que permita favorecer la
potencialidad de las relaciones o, lo que es lo mismo, el
analfabetismo relacional.
Gracias a los Derechos Humanos de
Cuarta Generación, el Trabajo Social está colonizando este
espacio social, al igual que cualquier otro espacio físico, con
reglas democráticas basadas en las nociones de ciudadanía
(digital), por ello podemos hablar de Trabajo Social Digital.
Ello merece, además de lo que he citado antes, una labor de
“lavadora de imagen”, sobre todo de Internet. Cuando digo imagen
me refiero a los prejuicios que arrastra este avance por haber
aparecido en medios de comunicación como un medio para producir
algún delito, también una tarea encaminada a pormenorizar ese
estigma que tiende a acentuar el solipsismo e individualismo, sobre
las tecnologías en general.
Un posible instrumento para el
trabajador social son las redes sociales o, como en las
ciencias sociales se etiqueta, comunidades virtuales. Este
último término no deja de ser más que el antiguo concepto de
comunidad frente a la idea de sociedad, es decir, la noción de que
las relaciones y los vínculos sociales, entre las personas, tienen
mucho que ver con las estrategias comunitarias frente a pautas
utilitarias. De este modo, vemos como Internet está creando
constantemente un capital social inclusivo, que aporta integración,
solidaridad, un conjunto de ámbitos y fenómenos que frenan el
devenir del individualismo en estas sociedades. Por lo tanto, creo
que puede ser un antídoto para favorecer estrategias para el Trabajo
Social, de lucha contra la Crisis, y en definitiva, contra la
exclusión social. En este ámbito social tiene una gran importancia
la función del trabajador social, ya que se podrían dinamizar
muchísimas actividades, crear y conseguir recursos y aumentar el
potencial saludable de la tecnología, por ejemplo generando
comunidades nativas de internautas, con problemas, dinamizadas por un
trabajador social.
Centrándonos en las nuevas
tecnologías, Internet, obviamente existe confianza hacia ellas por
parte de la sociedad, pero no en su gran mayoría. La brecha digital
está ahí, existe, no solo en cuanto a posibilidad de acceso, uso o
no uso, y las consecuencias de los usos. En este sentido, nos
encontramos cada vez más con que existen muchas actividades y
posibilidades que son on-line y que ya no tienen un
equivalente off-line, por lo que muchos segmentos de la
población se están quedando sin servicios off-line, que
están solo y exclusivamente on-line. Entonces si no estás
dentro de Internet, no eres usuario de Internet o no haces uso de él,
es cuando empieza a desarrollar un riesgo grave de exclusión social.
Por ello, en este ámbito, el Trabajo Social tiene que tenerlo muy
presente, porque es aquí donde se configura una causa más para la
exclusión.